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Ilustración: Ana María González |
“Dinero, dinero, dinero... yo sólo quería dar una vuelta por el mundo”.
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Llwyr, como Deirdre, es un personaje que se salió de control. Ahí estaba yo redactando el Santuario del Mar, cuando me di cuenta de que éste hombre haría lo que quisiera y cuando quisiera. Se enamoró de la persona equivocada, actuó por su cuenta en asuntos de vida o muerte y por último hizo lo que le dio la gana con el final de la historia.
Llwyr es todo un caso. Alto para su gente, pero dos dedos más bajito que la
mujer a quien ama... moderadamente atractivo, extremadamente inteligente... que sin
embargo piensa que todo ello no basta, pues sus enormes cualidades no le permitieron
competir por esa mujer. Su rival, como si lo demás no bastara, es su mejor
amigo... y creo que Llwyr siente hacia él una mezcla envidia y tal vez aversión
imposible de aceptar.
Llwyr es un mago dedicado, hambriento de conocimiento y hasta un poquito nerd...
ha enfocado todas las energías de su vida a sus estudios de magia de cualquier
clase. Es un experto, y lo mejor es que es un experto autodidacta y creativo. Maneja
magia natural y un poquito de magia dúla, y no tiene miedo a experimentar.
Según se veía en el concepto original de El Santuario del Mar, Llwyr
iba a ser el típico enamorado sin suerte que, con estoicismo digno de elogio,
se retira silenciosamente en favor del amigo; pero en la continuación de esa
historia, las cosas cambian. ¡Bravo, Llwyr, así se hace! ¡Consigue
a tu chica! Su éxito o no dependerá en gran medida de él, puesto
que, como mencioné anteriormente, suele decidir los cursos de las historias
donde se aparece. Por lo pronto, tengo planeado que en la continuación a El
Santuario se devele un poco más de su relación con Elián y que tenga una participación
definitiva en el destino final de ésta. Lo que suceda con él mismo...
bueno, ya se lo preguntaré.
