Notas para "Rostros"
Si alguien me preguntara ahora de qué se trata Rostros, me pondría a pensar un poco antes de responder que narra una relación un poco dispareja entre una muchacha y un joven.
Tal vez hasta diría que es la historia de una chica que descubre que todos
los hombres son iguales. O que se da cuenta de que si no es nada sencillo decidir
por uno mismo.
La historia inicial de Rostros me fue sugerida en un sueño (esto es
algo que me ocurre con relativa frecuencia) por un señor oriental del que
no me acuerdo mucho, aunque en el sueño me dijo su nombre. Lo que más
recuerdo de él es que tenía una cara juvenil, aunque su pelo alborotado
era canoso, y que usaba lentes. Era, además, muy muy serio. Pero me contó
esta historia sobre demonios y cazadores de demonios como si se estuviera divirtiendo
mucho. Y me la contó con detalle y final.
En si, ¿de qué se trataba esa historia? Bueno, comenzó siendo
la clasica historia de la damisela en apuros a la que al final rescata un ocasional
héroe, también muy clásico. Como explicaré más
adelante, mucho de esto tenía que cambiar. La damisela en apuros brincó
al papel protagónico, y se convirtió en una marimacho que, sin embargo,
guardaba un lado profundamente femenino. Clyve, su héroe, finalmente su antagonista,
adquirió rasgos más humanos... y muchas imperfecciones. Se añadió
a Seir, la última arista de un triángulo amoroso, y de pronto apareció
Gensi.
El primero de los cambios fue el personaje de Vashti. En la historia original, como
ya mencioné, ella era la típica damisela en apuros, usaba vestido y
traía el pelo largo. No sé como se podía mover y ser una granjera
con esa falda que llevaba. Mi idea de convertirla en marimacho, con pelo corto y
erizado y ropa de hombre, vino muy poco después, cuando decidí que
la historia iba a centrarse alrededor de ella.
Clyve, su antagonista, fue otro asunto. Era un personaje totalmente despersonalizado,
al igual que Seir, diseñado sólo para enfrentar a la protagonista femenina.
Su carácter fue creciendo y desarrollándose poco a poco, paralelamente
que mi cariño hacia él; con todo, en Rostros sólo aparece
un vistazo de lo que él llegará a ser más adelante.
A Seir lo traté sinceramente peor; no le dí más personalidad
que la necesaria para poner en evidencia la feminidad (poco aparente) de Vashti.
Ahora, cuando redactaba la historia, sucedió algo curioso: de pronto surgió
de la nada un personaje totalmente inesperado y del cual ni una insinuación
había aparecido en la historia original... una jovencita llamada Gensi. No
tengo idea de dónde vino, simplemente apareció ahí, con una
buena dosis de personalidad venida de quién sabe dónde, y actuando
movida por quién sabe qué impulso. Gensi es uno de esos personajes
que uno sabe que no va a poder controlar, tanta vida propia tienen. Y, como les cuento,
lo peor del caso es que no sé de dónde salió.
Los Sie Ku (que poco a poco fueron adquiriendo una personalidad y hasta un nombre)
están basados en el teatro Kabuki. Me gustaba la idea de artistas ambulantes
con un trabajo altruista escondido. De hecho, lo único que no me gustó
del concepto original era eso de “altruista”, así que tuve que corregir más
adelante eso y hacer que los Sie Ku aceptaran pago por su trabajo y pudieran ahorrar;
en mi mundo la economía es importante. La idea de que utilizaran objetos metálicos
para hacer ruido en medio de la niebla roja (los demonios en el aire) estuvo sugerida
por el sueño, antes que nada, pero supongo que saqué la información
de algún libro (efectivamente, en las culturas orientales hacían ruido
con objetos metálicos, cacerolas y cucharas, inclusive, para espantar a los
demonios).
Sobre los personajes en sí, bueno, uno puede hallar algunos pensamientos interesantes.
El trángulo amoroso, por ejemplo. Vashti es una chica
emprendedora, que sabe lo que quiere (al menos eso es lo que ella cree) y que piensa
que su camino en la vida está ya trazado y tiene que seguir ciertas líneas
estrictas. Pero lo que sabe de la vida son cosas que ella misma ha visto y deducido,
no que le haya dicho alguien más. No se da cuenta de la incomodidad de Seir
con su vida, porque da por sentado que si ella está bien, él también
lo estará. No se da cuenta de que ya es una mujer hasta que se enfrenta a
otra mujer, y su propuesta de matrimonio a Seir no sale del amor, ni siquiera de
la costumbre, sino de su afán de hacer las cosas “como tienen que ser”. Si
bien es cierto que ama a Clyve, en realidad no sabe nada de amor... aunque el sentimiento
es mutuo, ninguno de los dos se conoce bien a fin de cuentas; nunca conversaron,
y nunca hicieron nada juntos, salvo ocuparse de la casa “como debe hacerse”. Caray...
En cuanto al plano sexual, en ambos se insinúa... cuando Vashti comienza a
comportarse de una forma que no entiende... cuando espía a Clyve lavándose
por la mañana, cuando sin previo aviso toma su mano para besarla, cuando se
encuentra con insomnio en su cuarto esperando que él entre.
Entre Clyve y Seir, quería hacer un paralelo, aunque no muy obvio. Que los
dos estén enamorados de la misma joven es sólo el principio. Tanto
Clyve como Seir se aterrorizaron ante la idea de enfrentar una de sus responsabilidades,
y ambos acaban huyendo, pero regresan a enmendar sus errores, y en los dos casos,
creo, los superan. Los dos tienen miedo de hablar con Vashti de sus verdaderos sentimientos.
Y Vashti descubre, tal vez decepcionándose un poco, que Clyve, al igual que
Seir, tiene defectos; el hombre ideal no existe.
El personaje del anciano Sie Ku (más adelante llamado Jen) se encarga de explicar
las situaciones, y en realidad no hace mucho más. Gensi, por el contrario,
es un testigo discreto que comprende perfectamente la situación, y se divierte
con ella hasta cierto punto, pero sin ninguna malicia. Su amor por Clyve la hace
callarse y permanecer atenta. Como Gensi puede leer las mentes, no tiene necesidad
de preguntar, y eso él lo sabe... tal vez en un futuro comenten la situación;
no lo sé.
En cuanto a símbolos... bueno, supongo que los tiene que haber, porque cuando
escribo por lo general pienso en símbolos que se me olvidan tras representarlos.
En este cuento en particular, me acuerdo de que el espejo de Vashti era uno... su
descubrimiento de la realidad... y el hecho de que los demonios no soporten ver su
imagen reflejada le sirve de escudo. Su escudo es la realidad... siempre y cuando
no esté en frente de ella. Clyve toma el espejo de sus manos cuando ella se
lo pasa y se queda confundido... hubiera pasado lo mismo si ella alguna vez se hubiera
sentado a hablarle de su propia realidad... él no hubiera entendido en lo
absoluto y la actitud de ella hubiera sido muy a la defensiva.
Los demonios no toleran el blanco... porque el blanco es el vacío... algo
que definitivamente no pueden soportar. (Mis pobres demonios llevan una vida tan
solitaria, que su único pasatiempo es juguetear con quien se deje). El blanco
simboliza pureza... y cuando Clyve se pinta la cara de blanco, la herida de la cara
se le vuelve a abrir y estropea la pureza del maquillaje... de la misma forma que
la pureza de Clyve ha quedado contaminada por su “pecado” de deserción de
los Sie Ku... y abandono de respondabilidades. Más adelante, Clyve va adquirir
la mala costumbre de rascarse la cicatriz, y se va a estropear la cara horriblemente
con ello... y eso también es otro símbolo... Clyve se la pasa machacando
sus pensamientos en una acción casi olvicada que él mismo no puede
perdonarse.
Comencé a escribir Rostros (que tardó mucho en adquirir ese
nombre) cuando trabajaba de maestra de inglés en una primaria. De hecho, algunos
de mis alumnitos me ayudaron a darle ciertos toques maestros a la historia; por ejemplo,
Vashti se hubiera quedado tranquilamente con Seir de no haber sido por uno de mis
jóvenes estudiantes, que abogó por sus sentimientos hacia Clyve. Los
primeros párrafos de la historia los tengo en el cuaderno que usaba entonces,
mezclados con algunos garabatos de mis alumnos y uno mío... una especie de
dibujo que representa a Clyve y Vashti en su primer encuentro. A continuación,
transcribo algunos de ellos, junto con su versión final.
Versión original:
Versión final:
Aumenté un poco más la descripción, pues me pareció que
esta escena requería un poco más de lentitud. La yegua se convirtió
en caballo y el perro en perra (la perrita también recibiría un nombre
más adelante: Kanta). Suprimí mencionar la apariencia de Clyve, porque
eso era darle pistas anticipadas a mi lector... Clyve no estaba enfermo... sino que
apenas salía de un buen ataque de pánico... y eso de “respirar ruidosamente”
comenzó a recordarme a Darth Vader. Vashti se puso mucho más descortés
de actitud, pero más formalita de palabra. En otras palabras, se muestra como
alguien muy consciente de las formas, pero que no sabe ser hipócrita.
Versión original:
Versión final:
Prolongué la descripción aquí únicamente para darle profundidad
al personaje de Vashti, y a sus sentimientos (¿sentimientos?) Es muy fácil
contar en una historia que Fulano de Tal está enamorado de Sutana y que daría
la vida por ella.. Si bien es cierto que Vashti adoraba la sonrisa de Clyve, también
lo es que hasta ese momento ella no tiene la más mínima idea de lo
que es verdaderamente el amor. Y había que dejar claro eso.
En cuando al mero físico, varios personajes sufrieron diversas modificaciones.
Vashti, fue la primera, como ya lo expliqué. El físico de Clyve estaba
inspirado al principio en el de un compañero de escuela, Mark Campbell; y
eso se puede ver en uno de los primeros dibujos que hice de él... Bajito,
rubio, con pelo lacio y corto y bastantes entradas... Mark era mucho mayor de lo
que se suponía Clyve iba a ser. Vandrake se ocupó de los toques finales...
cuando hizo las primeras ilustraciones para el cuento, le pedí que dibujara
a Clyve como él lo sintiera, y Vandrake proporcionó el cabello pelirrojo
y alborotado (una característica que yo le había pedido que incluyera,
porque me recordaba al señor que me contó la historia) y los ojos tristes.
Al final, lo único que le quedó de Mark fue la nariz... recta y un
poco alargada. Otro detalle notable... adelgacé a Clyve casi a punto de hueso.
La culpa la tuvo el dibujante Yoshitaka Amano. Su diseño del personaje Shadow
del videojuego Final Fantasy VI, de hecho. Shadow es un ninja, y a mi me pareció
que los cazademonios de mi historia parecían ninjas más que otra cosa
(Vandrake lo percibió así también al diseñar el traje
de los Sie Ku); esto cambiaría con el tiempo... pero a lo que iba era que
si algo me llamó la atención de Shadow es que era esbeltísimo;
parecía un hueso, aunque en realidad era un hueso duro de roer. Con esos antecedentes,
Clyve se quedó muy flaquito y menudo. La sombra de Shadow (válgame
la redundancia) flotó un poco sobre la personalidad de Clyve... tal vez augure,
en un futuro lejano, un posible suicidio (para mayores detalles, vean el perfil de
Clyve). De ahí también vino la idea de que llevara un perro con él...
una idea que VanDrake atribuyó erróneamente al personaje Galford del
videojuego Samurai Showdown (¡y no! Me inspiré en Shadow, no en Galford).
Pero sin duda fue Gensi quien sufrió una modificación más radical.
Inicialmente ella era una niñita muy sonriente de pelo negro, cortito... y
VanDrake la cambió en las ilistraciones a una seria chica de pelo rubio. Más
adelante corregí eso en el cuento. La Gensi posterior se convirtió
en la única, y me agrada mucho más.
Por último, voy a poner algunas notas sobre los Sie Ku que hice hace algunos
meses. Por si funcionan para aclarar un poco más las cosas sobre este grupo.
Lo suyo es, digamos, una labor altruista: dedican toda su vida a un trabajo peligroso, y la única paga que reciben es por su labor como artistas ambulantes. ¿Cuáles son, entonces, las ventajas que uno le podría ver a unirse a ellos? Pienso que es un sentimiento un poco new agie: los Sie Ku tienen una convenientísima filosofía de la vida y costumbres que desafían las de la cerrada sociedad hiraiesa, y que, en términos generales, son mucho más saludables.
Los Sie Ku viajan en grupos de unas diez personas en promedio. Sus amplias vestimentas,
tejidas de una resistente tela semejante a la lona y con algunos accesorios de seda,
son siempre de color blanco, pues se supone que el blanco repele a los demonios,
y, dado que éstos no pueden soportar ver su imagen reflejada y les disgustan
los ruidos metálicos, no es raro que carguen con instrumentos musicales de
bronce y armas impecablemente pulidas. Cuando salen a la caza de demonios, se pintan
la cara con una mezcla de aceite vegetal y talco, con decoraciones que ellos eligen
al gusto, pintadas con antimonio y otros minerales. Este maquillaje arde y reseca
mucho la piel, así que nunca se lo dejan puesto más de cuatro horas
seguidas. Se quita con un jabón hecho de grasa que para pieles sensibles o
con tendencia al acné es absolutamente mortal.
¿Las costumbres extrañas? Veamos: los Sie Ku dedican muchísimo
de su tiempo a la educación física y la filosofía. Tratan de
acostumbrarse a vivir en el hoy, sin pensar demasiado en el ayer o en el mañana
(no todos lo logran, por supuesto). Son vegetarianos; se alimentan con granos, raíces
y frutos, y llevan una dieta bajísima en grasa, pero muy alta en carbohidratos
y vitaminas. Debido a ello hay cierta deficiencia proteínica, y no desarrollan
mucha musculatura, pero se conservan magros y flexibles, y a fuerza de ejercicio
adquieren un control muscular impresionante. Confían más en su agilidad
que en su fuerza, y su arte saca todo el provecho posible de la corta estatura típica
de los jinai.
Aunque un Sie Ku no es necesariamente célibe, lo cierto es que prolongan mucho,
si no es que indefinidamente, el momento de su matrimonio. Algunos, como el maestro
Jen, no llegan a casarse nunca; otros, como la pareja formada por Akari y Lyan (dos
jóvenes maestros), simplemente no llegan a formalizar la cosa. Para una sociedad
donde si pasas de los veintitrés y sigues soltero ya estás quedado,
esto resulta bastante revolucionario.
Los Sie Ku no profesan religión alguna (esto tampoco es a la de a fuerzas,
porque cada quien es libre de creer en lo que desea), y sus rituales son más
prácticos que espirituales. Entre los suyos hay filósofos notables,
pero más que la filosofía se cultiva la autodisciplina. No piden una
cantidad determinada a cambio de sus presentaciones, a menos que se trate de casos
especiales, pero la gente les arroja monedas. Este dinero lo guardan y lo utilizan,
pero (cosa insólita en mi mundo) son quienes se la pueden pasar mejor sin
él.
Un Sie Ku siente más apego por su familia “elegida” que por la natural. Pero
pueden, en un momento dado, decidir abandonarla, por diversas razones que pueden
variar desde lo más grave y personal hasta un capricho súbito. El castigo
por una deserción imprevista es sencillo, pero doloroso: es una variante a
lo bestia de la famosa “ley del hielo”. Lo cual es mucho más terrible de lo
que podríamos suponer: por un buen rato, dependiendo del tamaño de
tu falta, la familia que has elegido te trata como basura. Pero ese precio no lo
pagas por irte, sino por regresar. Algunos, como Clyve, se salvan del castigo; otros,
como un tal Daiso de otra historia de tiempos más antiguos, prefieren reventar
antes que afrontarlo.
La historia de los Sie Ku se pierde en la noche de los tiempos. Nadie sabe quién
o quiénes fundaron las agrupaciones, puesto que no se cuenta con historia
escrita, y el arte y las tradiciones Sie Ku pasan oralmente de generación
en generación. Tampoco hay una contabilización exacta de cuántos
grupos Sie Ku andan por ahí, pero se sabe que no sólo viajan por Hirai,
sino por las tierras continentales más cercanas. Nunca los he visto en Falador,
Eukra o las tierras altas, pero quién sabe...
¿Qué se necesita para ser un Sie Ku? Prácticamente, nada, aunque
el maestro Jen prefiera decir que hacen falta “cualidades excepcionales”. Supongo
que él llama cualidades excepcionales al ánimo y la fuerza de voluntad;
y, en ese caso, yo estaría de acuerdo. ¿Edad? No importa, mientras
uno mantenga joven el espíritu. ¿Peso, constitución? Vamos,
en menos de un año te ponen en forma. Aquí, lo que cuenta es querer.
Aunque los Sie Ku son en su mayor parte jinai hiraieses, nunca faltan uno que otro
de otras razas y procedencias. Mi teoría muy particular es que quienes se
meten a Sie Ku buscan, a veces inconscientemente, motivos y razones de vida, individualidad
y amor propio; y como muchas de esas cosas faltan en la cultura jinai, ahí
está el escape. No me imagino a un Sie Ku satariano, porque los satarianos
son en general felices. ¿Un elfo Sie Ku? A lo mejor, pero se me haría
igualmente improbable. Quizás los Sie Ku son todos indiviuos que, temerosos
de llevar la vida medio vacía y monótona de un hiraiés, encuentran
la felicidad en una existencia llena de riesgos, sabiendo que, si van a perderla
a destiempo (aunque para su educación y precauciones, la caza de demonios
comunes y corrientes es relativamente segura) será por una causa que ellos
consideran justa... o por las personas a quienes han aprendido a querer más
que a nadie.