C. El problema de la puntuación

          He aquí la pata de la que más cojea todo el mundo. Una muy buena historia puede echarse a perder por una mala puntuación, y un párrafo se malinterpreta si las pausas no están en el lugar adecuado.

          Sí existen reglas para la puntuación, pero no son absolutas ni precisas, y, en mi opinión personal, aprendérselas no sirve para nada. La puntuación, de nuevo, es cosa de instinto y de tener la mente educada. Y de prestar atención a la forma en la que uno habla.

          Nuevamente, cuando hablamos nunca cometemos errores a la hora de insertar pausas, el equivalente de la puntuación en el sentido oral. El lenguaje tiene un ritmo. De la misma forma que  la música se escribe utilizando un código de figuras que representan diferentes sonidos y tiempos, el ritmo del lenguaje, con sus pausas y efectos, tiene su propio código: los signos de puntuación. A continuación, una lista de estos signos con una vaga descripción de la utilidad de cada uno para el idioma español.
 

Me gustan los libros, la música y los gatos.
¿Quién es él, Naomi?
Me agrada, pero podríamos cambiarlo.

Tenemos dos frases independientes:

- No pude entregar el trabajo.
- Mis amigos son muy simpáticos.

Si las unimos con un punto y coma, nos quedaría:

No pude entregar el trabajo; mis amigos son muy simpáticos.

Tal vez los amigos se lo llevaron a una fiesta y no lo dejaron terminar. O a lo mejor el trabajo consistía en diseccionar a los amigos. El chiste es que mostramos que hay algún tipo de relación entre las dos frases.
 

 Se quedó callada, esperando una respuesta. Durante un largo rato, no hubo más que silencio.
 

 La chica se echó hacia atrás la corta melena, en un gesto tanto de incomodidad como de impaciencia.
El hombre a quien encaraba no dijo nada.
 

Y... y... de seguro piensas buscar algún trabajo por aquí, ¿no?

¡Ven acá!
 

¿No te parece esto un poco… rápido?
 

-- Los lugares por los que pasé --, explicó --, estaban deshabitados.

Físico-química. Separación de sí-
labas.
 

“Conócete a ti mismo”, dijo Sócrates.
Tu “amigo” te traicionó.
 

          Confieso, con toda la humildad posible, que la puntuación nunca ha sido un problema para mí. No soy la única persona que ha logrado desarrollar una cualidad semejante ni mucho menos: supongo que se debe, una vez más, a mi afición por la lectura. Pero este hecho me ha traído un problema terrible: no sé cómo enseñar puntuación. Espero me pasen por alto esta falla. Lo único que puedo hacer es, una vez más, recomendarles que lean, y proponerles un ejercicio bastante tedioso pero efectivo: graben un diálogo y traten de transcribirlo. Después, léanlo en voz alta, y escuchen nuevamente la versión grabada. ¿Qué tanto se parece a la suya? ¿La versión escrita suena natural? Cuestión de práctica.

          La puntuación es un elemento crucial en la claridad; pero, desgraciadamente, se le toma poca importancia. Lo cual me parece una soberana tontería. Un compositor no va a entregarle a su intérprete una hoja de papel pautado donde sólo aparezcan círculos, ¿o sí?

          Una buena puntuación realza cualquier escrito. Y, una vez que la tenemos en las manos, viene la parte más divertida: podemos usar, abusar, jugar, reírnos, burlarnos, incluso olvidarnos de ella.  A continuación, un ejemplo de Gertrude Stein, una autora norteamericana que gustaba de hacer barrabasada y media con la redacción:
 

“Por todos sitios había algún sitio y en todos sitios había hombres mujeres niños perros vacas cerdos salvajes conejitos gatos lagartos y animales. Así era. Y todo el mundo, perros gatos ovejas conejos y lagartos y niños, todos querían contarle a todo el mundo todo esto y querían contarles todo sobre ellos mismos.”

          Llévenle esto a un maestro de primaria... y se cae pa´trás. Pero intenten leerlo en voz alta. Es algo divertido, y todo tiene que ver con puntuación y redacción. En un momento dado podemos hacer lo que nos venga en gana. Pero mucho cuidado. Antes de que empiecen a frotarse las manos y pensar que van a saltarse todo lo que hemos dicho así de fácil, recuerden que, cuando una persona rompe reglas, se nota descaradamente si las conoce o no. Descaradamente, repito. Así que practiquen primero, hagan las cosas bien, y después pónganse a juguetear.

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