B. Lenguaje oral y lenguaje escrito

          Mucha gente dice que no se siente capaz de escribir, pero se la pasa hablando todo el día. Esto, hasta cierto punto, es justificable: las personas, por lo general, hablan de un modo y escriben de otro. A la hora de hablar, no se fijan en las repeticiones de palabras, ni en las muletillas, ni en hilar perfectamente las frases (se conforman con redondear las cosas y ya). Al escribir, uno se piensa más las cosas, y tiene tiempo de perfeccionar y usar palabras más cultas.
 
          Pues sí; al hablar y al escribir se utilizan dos registros totalmente diferentes.

          Veamos otra vez las telenovelas (lo lamento, pero en esta cuestión del registro hay más ejemplos malos que buenos). Un caso específico: más de una vez he sorprendido a un personaje diciendo, en una plática, esta lindísima palabra: cuyo. Suena rara, y hasta parece que el actor en cuestión se siente incómodo al pronunciarla. La explicación es sencilla: cuyo se utiliza en lenguaje escrito, pero no en lenguaje oral. ¿No me creen? Adelante, inténtenlo. Traten de utilizarla al hablar con un amigo, y si no se sienten un poco raros o si su amigo no se les queda viendo, vengan y reclámenme.

          A lo que quiero llegar con todo esto es que uno nunca debe de perder la distinción de los dos lenguajes. El lenguaje que usemos para el texto no debe ser nunca el mismo que usemos para los diálogos. Y aun dentro de los diálogos tiene que haber diferencias. Pero, antes de que profundicemos en ello, hay algo que me gustaría que tuvieran siempre en mente: una persona que habla bien, tiene todo el potencial de escribir bien, aunque, en este caso, el asunto no siempre sea recíproco.

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