Ilustración: Elf, de Cari Buziak
Digo que es un solemne majadero
todo aquel que pretende
vivir en este mundo sin su duende.
Félix María de Samaniego
Mi propia colina
Escribí los cuentos enlazados de “Mi propia colina” (título aún tentativo) entre los dieciséis y los dieciocho años. A medias entre la locura y la autobiografía, eran mi intento personal de darle sentido a un mundo que no me simpatizaba en lo absoluto: la adolescencia. Fueron también mis primeros experimentos con la narración fantástica en serio, digamos, los pocos que no hice pedazos después de la práctica. Lo que salvó a estos cuentos de seguir el triste destino de las primeras historias de Tyander, fueron unas cuantas buenas amigas que se preocuparon por leerlos: Irene Romero, a quien dediqué las historias, y después Elvira Treto y Gloria Parga. Con bastante timidez les mostré mis primeros esbozos, y ellas los acogieron con un entusiasmo tal, que esperaban el capítulo siguiente como si fuera la serie semanal. Me daban sugerencias para nuevas historias, y corregían y disfrutaban las que les iba pasando. A mí, por mi parte, me encantaba verlas leyendo, y muchas veces incluía en los cuentos algunas bromas privadas para hacerlas reír, por ejemplo alusiones a maestros de la preparatoria horrenda donde Irene, Gloria y yo estudiábamos, y Elvira era secretaria. Fue una época de activas retroalimentaciones.
Cuando terminé la preparatoria, se me ocurrió que estos cuentos enlazados
(hasta entonces sumaban aproximadamente 30) podrían convertirse en un proyecto
en forma de novela con vistas a publicación y toda la cosa. Me puse a revisarlos
concienzudamente, a corregir y a añadir puentes entre historia e historia
que sentía que faltaban. En el proceso, para bien o para mal, eliminé
la mayoría de las bromas privadas y una parte de cierto estilo peculiar que
se aparecía en mis escritos de dieciséis años. Ordené
cronológicamente los cuentos, según el argumento, y así sucede
que material que escribí a los diecisiete está antes de algo que hice
muchos meses antes. Uno de los últimos capículos, de hecho, lo hice
hace apenas un año, en un arranque de melancolía, y aún tengo
varios a medias que esperan que los termine antes del fin de siglo.
Por circunstancias particulares, he desistido de ofrecer este material para que se
publique. De cualquier forma, espero que resulte divertido.
En “ Mi propia colina” aparece por primera vez Pratch, ciudadano de Tyander, y más
adelante su compañera Aasin (los dos salen en el relato Aeisa y el dragón
de esta misma página), y Jack de Farwood el semielfo, Stancie el unicornio
y, mucho después, Cyril el hombre lobo de Irlanda, todos los cuales intervienen
en historias que más adelante les presentaré. A ver qué les
parece... y, de cualquer forman, ¡no se olviden de enviar comentarios!
Mi propia colina
1. Principio
5. Pratch Down
6. Al salir de una función de pesadilla
7. Stancie
9. El vendedor